Camba fue un articulista de pulso vibrante, ocurrente como pocos,divertido como poquísimos, melancólico como buen gallego. [...] Susartículos son en realidad pompas de jabón: Camba no intentabaadoctrinar ni dilucidar incógnitas sociológicas pasadas o presentes,sino juguetear -igual que un gato juega con un ovillo de lana- con larealidad, reducirla a un chascarrillo ameno, con la atención puesta en el detalle y no en la panorámica. Practicó con maestría indolente elarte de la reducción al absurdo, que suele ser la consecuencia de unprocedimiento lógico. [...] Por lo demás, su prosa -tan tersa, tannaturalmente concisa- presenta la virtud de la diafanidad, de ladifícil transparencia: nunca se le embrolla, jamás se le desdibuja.(Del prólogo de Felipe Benítez Reyes) Julio Camba Andreu (Vilanova de Arousa, 1884-Madrid, 1962) fue durante la segunda y tercera década del siglo XX uno de los más singularescorresponsales extranjeros que haya tenido nunca la prensa española.Su maestría no ha dejado de ser elogiada por escritores tan distintosy variados como Miguel Delibes, Francisco Umbral, Cándido, ManuelVicent o Antonio Muñoz Molina. A los dieciséis años se escapó de casay llegó hasta Buenos Aires. Allí se introdujo en los círculosanarquistas y redactó incendiarias proclamas y panfletos. Al final fue deportado del país junto con otros anarquistas. De regreso a Españaempezó a colaborar en la prensa local gallega y en publicacionesrevolucionarias del Madrid de comienzos de siglo, y su prosa no tardóen ocupar las columnas de los más importantes periódicos (El País,España Nueva, La Correspondencia de España, El Mundo, La Tribuna, ABC, El Sol, Ahora). De sus quince libros publicados, siete son crónicasde viaje para diversos periódicos: Playas, ciudades y montañas(Galicia, París y Suiza), Londres, Alemania (los tres de 1916), Un año en el otro mundo (1917) (Nueva York), La rana viajera (1920)(España), Aventuras de una peseta (1923) (Alemania, Londres, Italia yPortugal) y La ciudad automática (1932) (Nueva York de nuevo).