Similar desdibujamiento de la frontera entre culpable y víctima seobserva cuando se parte del otro polo. Puesto que la punición es unsufrimiento que se considera merecido, ¿quién sabe si todo sufrimiento no es, de una u otra manera, el castigo por una falta personal ocolectiva, conocida o desconocida? Esta interrogación, que verificaincluso en nuestras sociedades secularizadas la experiencia del duelorecibe un refuerzo por parte de la demonización paralela que convierte el sufrimiento y el pecado en expresión de las mismas potenciasmaléficas. Tal es el fondo tenebroso, jamás desmitificado porcompleto, que hace del mal un único enigma.