Benito vive desganado, aunque se muere de ganas: anda destrozadoporque lleva tres años sin sexo. Por eso colecciona llaveros, sufre lo indecible cuando ve a una mujer bonita en el metro y bebe demasiadochinchón. Sólo se lo ha contado a su hermana, aunque todo el mundo,también en el trabajo, nota su abstinencia y su angustia.
Benito es químico y emprendedor (es decir: empresario pobre). Hainventado una sustancia milagrosa que regenera la madera, pero llevameses esperando el cierre del acuerdo con la compañía de Bristol quepodría comercializarla.
Su problema íntimo y su incógnita laboral sólo podrían tener unasalida: María, una chica que trabaja en una tesis sobre la maderapolicromada. Benito no se atreve a quedar con ella, pero se echacolonia para mandarle correos electrónicos y guarda una carpeta de «No enviados» donde le escribe cosas como: «Te quiero porque quieroparecerme a ti». Le da miedo decírselo, pero le sobran ganas dehacerlo.
Santiago Lorenzo, inventor de lenguaje y de mundos, el nieto máslegítimo de Rafael Azcona y el sobrino del Eduardo Mendoza máshilarante, ofrece su novela más tierna, que se suma a otros afinadosretratos de la precariedad tragicómica como «Los millones» y «Loshuerfanitos». Las ganas sacia las ídem de sus ya numerosos lectores,lo consagra como un autor clave de la narrativa española y loconsolida como el máximo exponente de la risa melancólica.