Desde siempre, la Patagonia goza del curioso prestigio de ser elterritorio de las realizaciones. Irse "al Sur" equivale, aún hoy, para mucha gente, a mudarse a un lugar donde se concretan los sueños.Incluso si el sueño de uno es la abolición de la propiedad privada ypara el vecino es estrictamente lo contrario. En La risa de lasbandurrias, Ariel Magnus da cuenta de ese universo de regodeo oníricocon la llegada a El Bolsón de Fernando, un arquitecto (¿o abogado?)porteño que intenta dejar atrás una decepción amorosa. La comarca setransforma para él en un reservorio de fantasías: posibles nazis,posibles hippies, posibles amores, posibles artistas, posiblesinvasiones. Un auténtico bolsón, magnificado por personajesentrañables, en una novela que sostiene su verosímil desde el delirioy la buena prosa.
Desde siempre, la Patagonia goza del curioso prestigio de ser elterritorio de las realizaciones. Irse "al Sur" equivale, aún hoy, para mucha gente, a mudarse a un lugar donde se concretan los sueños.Incluso si el sueño de uno es la abolición de la propiedad privada ypara el vecino es estrictamente lo contrario. En La risa de lasbandurrias, Ariel Magnus da cuenta de ese universo de regodeo oníricocon la llegada a El Bolsón de Fernando, un arquitecto (¿o abogado?)porteño que intenta dejar atrás una decepción amorosa. La comarca setransforma para él en un reservorio de fantasías: posibles nazis,posibles hippies, posibles amores, posibles artistas, posiblesinvasiones. Un auténtico bolsón, magnificado por personajesentrañables, en una novela que sostiene su verosímil desde el delirioy la buena prosa.