LA CARRETA

LA CARRETA

PROLOGO DE MARIO BENEDETTI

$25.527
IVA incluido
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Editorial:
(084) ALCALA GRUPO EDITORIAL
Año de edición:
Temática
Contemporanea
ISBN:
978-84-15009-22-1
Páginas:
156
Encuadernación:
Rústica
Idioma:
Castellano
Peso:
244
Dimensiones:
210x150
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Tener la fortuna de haberse cruzado con algunos bichos raros no esobra de escritor, es más bien trabajo filatelista, de botánico o deentomólogo. Pienso que la rata que atraviesa la viga de una isba enuna narración de Fedor Dostoievski es una rata de don Fedor, nada másy nada menos que suya. La carreta (1932) es una novela que se gesta yreedita con sustanciales variantes a lo largo de casi treinta años.Entre 1923, fecha de la publicación del primer cuento, «Lasquitanderas», que le dio origen, y 1952, cuando se publica la 6.ªedición de la novela, considerada por el autor como la definitiva,Amorim añade y modifica el orden de los capítulos y, sobre todo,elabora un «crecimiento novelesco» y subraya la importancia del«concepto vínculo» de la carreta como símbolo e hilo conductor de lanarración. Está relación sostenida y compleja de Amorim con un textonunca «terminado», pero al que consideraba su «obra favorita», otorgaa La carreta un interesante valor genético, tanto por el carácter deverdadero work in progress, como por la evolución desde un géneroinicial -el cuento- hacia otro -la novela- en el que se funden losdiversos materiales redaccionales que la componen. Al narrar lahistoria de un grupo de prostitutas viajando en una carreta a lo largo de los campos del noroeste del Uruguay para «conformar a peones ytroperos» en pueblos y estancias, Amorim abordó un tema inédito en lanarrativa latinoamericana, que luego tratarían otros escritores comoAlejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y JoséDonoso. Pese a que el verismo realista con que las describió alimentóuna polémica socio-histórica y lingüística sobre la existencia de esas meretrices trashumantes, Amorim sostuvo siempre que esas «misionerasdel amor» habían sido un «descubrimiento de su propio magín». A partir del cuento incluido en Amorim (1923), desarrollado luego en unasegunda versión en Tangarupá (1925) y novelizado finalmente en Lacarreta (1932), las «quitanderas» pasaron a formar parte de una«realidad» arquetípica que sólo la literatura es capaz de forjar.Basta recordar que Pedro Figari las representó en una serie de cuadros que, al ser expuestos en París, alimentaron el equívoco sobre laexistencia de esas carretas tambaleantes recorriendo los solitarioscampos uruguayos, al punto que un escritor francés Adolphe Falgairolle escribió una nouvelle, La quitandera, inspirada en la obra homónimadel autor salteño. Pero más allá de la anécdota y verosimilitud de sus personajes, La carreta refleja un panorama de desolada crueldad, demiseria y desconsuelo, de un mundo rural polarizado entre estancierosy peones, el autoritarismo prepotente y los injustos abusos, tristerealidad sin otros alivios que borracheras embrutecedoras o posesiones en los límites de la animalidad. Sin embargo y, pese al determinismogeográfico y social que la condicionan, Amorim no sucumbe alnaturalismo de notas sombrías o al decadentismo de un realismovindicativo al que el tema y la época lo invitaban.

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