No pienses. No preguntes. Actúa.Aquel anónimo no iba dirigido a mí. No te equivoques conmigo, no tengo la costumbre de leer el correo ajeno, pero era un simple pedazo depapel con unas cuantas líneas escritas a mano. Era evidente que ibadirigido a otro vecino. Parecía una nota inocente, pero, decididamente ?y deliciosamente-, no lo era.Antes de meter aquella nota, y las que la siguieron, en su buzón,devoraba su contenido: sugerencias, instrucciones, emplazamientos,órdenes. Cada uno de ellos más atrevido que el anterior, máscomplicado y? más excitante. Y yo los seguía todos al pie de laletra.Antes de recibir aquellas notas, si un hombre me hubiera dicho lo quetenía que hacer, le habría enviado a paseo. Pero la sumisión es unarte y hay algo extrañamente liberador al cumplir las órdenes de otro? Sobre todo cuando eso te hace sentirte tan bien. Pero he idodescubriendo que cuanto más me someto, más poderosa me siento, así que ya va siendo hora de invertir los papeles.Ahora pongo yo las reglas del juego.