La afición a batirse en duelo, al parecer, se extendió mucho por laEspaña de finales del xix y los primeros años del siglo xx. Losduelistas se formaban en salas de armas donde se entrenaban en elmanejo del sable, el florete o la espada, aunque no se aplicabandemasiado en darse muerte, por lo que le resultado final era másaparatoso que grave. Militares, políticos y periodistas eran losgremios que más se batían, la mayoría de las ocasiones por asuntosamorosos, aunque los literatos tampoco se quedaban atrás. Esproncedase batió y perdió con el conde de Cheste, Pedro Antonio de Alarcón seenfrentó al periodista Heriberto García de Quevedo y Ramón delValle-Inclán puso tanto empeño en batirse que acabó perdiendo una mano por culpa de un bastonazo. José Esteban hace un repaso literario porlas anécdotas de los grandes duelos y las biografías de los duelistasmás destacados, últimos vestigios del trasnochado romanticismoespañol.