Quiero perderme por falta de caminos. Siento el ansia de perdermedefinitivamente, no ya en el mundo ni en la moral, sino en la vida ypor obra de la vida. Odio las calles y los senderos, que no permitenperderse. La ciudad y el campo son así. No es posible en ellos lapérdida, que no la perdición, de un espíritu. En el campo y en laciudad, se está demasiado asistido de rutas, flechas y señales, parapoder perderse. Uno está allí indefectiblemente limitado, al norte, al sur, al este, al oeste. Uno está allí irremediablemente situado.