VÍCTIMAS DEL ABSOLUTISMO

VÍCTIMAS DEL ABSOLUTISMO

$47.125
IVA incluido
Sujeto Disponibilidad de Proveedor
Editorial:
PUNTO DE VISTA
Año de edición:
ISBN:
978-84-16876-97-6
Páginas:
392
Encuadernación:
Rústica
Idioma:
Castellano
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El siglo de la Ilustración es también el siglo de la autoridad, y esolo expresaba muy bien la política de la cuerda tirante, metáfora usada por Floridablanca que se refería a lo conveniente de tener siempre aun ahorcado en una picota o su cabeza en una jaula colgando de lapuerta de una ciudad para disuadir a pobres o presos. Esta medida seempleó para que las levas de vagos tuvieran éxito, para que losgitanos tuvieran miedo y no intentaran huir de los arsenales, paraque, en fin, los amotinados escarmentaran ante esa horrorosavisión.El siglo de la revolución fue, en realidad, el siglo de la autoridady, bajo la invocación de la máxima autoridad ?que fue sacralizada?,nuestros ilustrados pudieron aplicar universalmente la más refinadapolítica represiva. Querían orden, limpieza, seguridad, obediencia,uniformidad de los súbditos en lengua y religión, y? mantenimiento desus privilegios.Todos han pasado a los manuales de historia de España, sin embargo,como próceres virtuosos, pero aquí los veremos en su lado más oscuro.Ensenada, cruel con los gitanos, el duque de Alba, «hombre de tanbuena fama como mal corazón», el conde de Aranda, capaz de dictarpenas de muerte sin inmutarse, Floridablanca, que tenía claro que «los pobres son peligrosísimos». La crueldad se aprendía en la prácticadiaria y, luego, se empleaba también contra los enemigos políticos.Cuesta imaginar, en la «España feliz borbónica», un navajazo aFloridablanca o un intento de envenenamiento a Jovellanos y quizástambién a Saavedra. Hasta el reinado de Carlos IV, al menos lascanalladas se hacían con refinamiento.«Las víctimas del absolutismo que desfilan por este libro pueden serlo por los ataques de la reacción aristocrática o clerical, por losintrigantes de la Corte o por sus propios colegas ilustrados,dispuestos a la zancadilla o a algo peor por motivos normalmente pococonfesables, por aspirar al poder, por salvaguardar su posición, porejercitar la venganza. Eso en cuanto a las víctimas individuales, pero el autor también nos habla de las colectivas, de aquellos que sufrenla miseria, que están discriminados por motivos raciales o religiosos, que están atados al duro banco de una galera (y no turquesca), queyacen en las prisiones inquisitoriales o que, como en el caso de losgitanos, sufren una espantosa persecución y una amenaza de accióngenocida por parte ?no solo, pero también? de los absolutistasilustrados».Del prólogo de Carlos Martínez Shaw