«A veces es como un fogonazo. Lo ves y ya no lo ves. De repente elsueño de tu vida futura, la promesa hecha carne, está allí, detenidaen un semáforo, con su mirada melancólica, el vestido gris, las medias de cristal.»Los relatos de Carlos Castán distan mucho de serperfectos, de técnica precisa y mecanismo ajustadísimo, esos cuentosque suelen acabar diseccionados y sin vida en las escuelas deescritura. Las historias de Castán sangran, están llenas de jirones.Castán escribe de personajes descolocados, sin mapas ni brújula. Tipos que escapan de repente en busca de lo que hubiesen podido ser dehaber sido otros, que mueren mucho antes de morirse. Escribe de lacara y la cruz de la soledad, de tardes vacías, carreteras, planes ysueños, y del final del viaje y el anhelo de paz. Escribe de gentesque pierden trenes y también de los que se resisten, a pesar delcansancio, a los días repetidos. Escribe de la sed de intensidad, decómo la libertad llena de arañas la conciencia y de cómo mantener araya el miedo. Castán escribe con verdad, como si dejara constanciadel eco de nuestros pasos por el mundo y consigue, para bien y paramal, que sus páginas acaben devolviendo a quien las lee una imagenesencial que reconocemos como propia.«Aquí está de nuevo Carlos Castán con su universo avasallador y a menudo insoportable porque nos dejatemblando, al límite del precipicio, doloridos.» ANTON CASTRO