Las mudanzas y los cambios en nuestro paisaje cotidiano son una buenaocasió,n para reparar en que tal vez no sea má,s tarde delo que pensamos, pero sí, que en los negocios del vivir no haytiempo que perder. Con paisaje del alma o sin é,l, con casa dela vida o sin ella, el camino nos espera, la intensidad del vivir noadmite tregua. En estas pá,ginas desfilan/pasan, los dí,as invernales de Bucarest, una ciudad entre oriente y occidente, connieve en las calles y bandadas de cornejas en el cielo de susatardeceres, bisericas oscuras, casinos, ruinas, sinagogas ycementerios recó,nditos. Y tras las calles de Mircea Eliade,Sebastian y Manea, las de Valparaí,so, esa ciudad queinventó,, dicen, Pablo Neruda, el puerto de los personajes deSalvador Reyes, del cineasta Raú,l Ruiz, de Aldo Francia y Joris Ivens, la niebla y el mugido de las sirenas de los buques, y al cabode sus escaleras interminables las huellas de las botas de RobertLouis Stevenson, en su vitrina del museo de Edimburgo, la ciudad de la que salieron sus ladrones de cadá,veres, su doctor Jeckyll y su mister Hyde, y en la que tambié,n echó, a andar el doctor Watson, tras los pasos de Sherlock Holmes. Estas pá,ginas dancuenta de mudanzas, viajes, de escenarios de pasiones literarias y noliterarias, pesquisas, hallazgos, encuentros intensos. Un recuento decosas vistas y de episodios vividos con la guí,a de que aquelloque concierne a la intensidad de la propia vida, no admitenaplazamientos.  ,