¡QUE VIVA LA MÚSICA!

¡QUE VIVA LA MÚSICA!

$16.000
IVA incluido
Sujeto a Disponibilidad de Proveedor
Editorial:
PUNTO DE LECTURA
Año de edición:
ISBN:
978-607-11-1876-9
Páginas:
160
Encuadernación:
Otros
Idioma:
Castellano
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Esta es una novela de iniciación. Es la invitación a una fiesta sin sosiego, donde su protagonista dejará que el mundo baje hasta el pozo sin fondo de sus propios excesos. Pero con felicidad. Hay un pacto secreto con la muerte en esta danza de María del Carmen Huerta, la bella y joven rubia que, sin importar que proceda de una familia acomodada, se entrega por completo a la música y la decadencia. Pero es la muerte dulce de las celebraciones: el paisaje, los afectos, la noche, la niñez que huye, la adolescencia triunfal, el rock and roll, los Rolling Stones, la salsa, Ricardo Ray, Bobby Cruz, las drogas, Cali (o Kali, según la ortografía de la narradora). Es, asimismo, una iniciación al descubrimiento de una ciudad colombiana (única, mágica e irrepetible), que comienza por el cielo del Norte, con su Avenida Sexta, su parque Versalles y sus parajes mágicos, hasta llegar al infierno del Sur con su caseta Panamericana, su río Pance, sus barrios más allá de Miraflores, su cordillera de los Andes alada y los refugios de la salsa y el sexo en los límites finales de la calle quince. Esta nueva edición incluye textos introductorios de Jaime Manrique (escritor colombiano), Alberto Fuguet (escritor chileno), Bernard Cohen (traductor al francés de ¡Que viva la música!) y Marco Cassini (editor italiano de ¡Que viva la música!). «En esta era de twitter y iPhones, chats y Skype, WhatsApp y YouTube, Caicedo parece el autor natural para narrar esta nueva generación: gente conectada y desconectada, con una sobredosis de información pero con emociones que no entienden del todo o que no pueden controlar.» Alberto Fuguet «Esta novela es un manuscrito de las memorias que ha terminado María del Carmen Huerta, una adolescente burguesa, miembro de la juventud perdida de Cali, acerca del verano violento de 1972. Su monólogo, que tiene el ritmo vertiginoso de una catarata desbordada, es cómico, triste, delirante y tiene una fiebre de 103 grados.» Jaime Manrique

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