Para todos los cinéfilos que alcanzaron la mayoría de edadcinematográfica en 1946
-dijo una vez André Bazin--, el nombre de Orson Welles se identificacon el entusiasmo por el redescubrimiento del cine americano. Más aún, resume la convicción, compartida por toda la joven crítica deentonces, de estar asistiendo a un renacimiento y una revolución delarte hollywoodiense.
Estas palabras se refieren al estreno en París de Ciudadano Kane,cuando Bazin no era más que un joven y prometedor crítico. Pero locierto es que Welles ejerció un influjo similar en gran cantidad deaficionados de cualquier nacionalidad, sobre todo por su condición dedirector también joven, atrevido, brillante y progresivamentemarginado por la conservadora industria hollywodiense. Uno de losautores más innovadores del cine americano de posguerra se estabaconvirtiendo en una leyenda.
Por su parte, Bazin conservó intacta su admiración por Welles, hastael punto de dedicarle su primer libro. Poco antes de morir, en 1958,preparaba una segunda edición revisada y aumentada. Y es ésta la querecoge el presente libro, con un prefacio de André S. Labarthe y untexto escrito en 1978 por François Truffaut, con ocasión de laaparición del libro en Estados Unidos.