La poesía del cubano Severo Sarduy empieza, literalmente, por elcomienzo (Big Bang, 1974) y acaba con el fulgor del vacío que emitensus últimos textos (Un testigo perenne y delatado, precedido de Untestigo fugaz y disfrazado, 1993). Desde la planeación "saturada,exuberante, amazónica y barroca" de la página, como el mismo Sarduy lo definiera, hasta el diseño de este otro "pabellón del vacío" (LezamaLima), el poeta, narrador y ensayista elaboró su escritura con losmateriales de construcción de una mirada expansiva y, a la vez,retráctil: el ojo que contempla el cuerpo de las cosas creadas, elcuerpo de las cosas contemplado por el ojo que lo crea, el ojo quecontempla el ojo que lo mira crear y ser creado en la visiónrecíproca. Ya arquitectura abierta en el poema visual, ya cerrada ensus sonetos, liras y décimas, el universo lírico de Sarduy pareceactualizar el conocido dictum mallarmeano: el mundo entero existe para el libro, y viene a parar en él. Antes bien, el mundo existe para laimagen y viene a reflejarse en ella.