Dorothy Parker escribió una vez que lo suyo era tomarse un Martini,dos como mucho. Después del tercero, ya estaba debajo de la mesa, y al cuarto... debajo de su anfitrión. Con esas premisas, y haciendo galade un humor que arañaba los buenos hábitos de la burguesía deentonces, cabe entender que la misma Dorothy se convirtiese enpersonaje, y que su obra se leyera a menudo como la alegre guarniciónde una vida dedicada al chiste ingenioso. Los años fueron pasando, yel tiempo ha revelado que esta protagonista indiscutible de lastertulias más animadas del Nueva York de entreguerras, esposa infiel y amante solícita, fue además una escritora de primer orden, capaz deresumir en pocas páginas la hipocresía de una sociedad que crecía a la sombra de un dinero recién estrenado y de unas costumbres que secaían de viejas. Así lo muestran las mujeres y los hombres quedeambulan por sus cuentos, seres patéticos que lloran en habitacionesexquisitamente decoradas, flirtean con un empeño digno de mejorescausas, o ríen sin ganas en la barra de un bar para olvidar que alguna vez fueron felices. Es más, basta con acercarnos un poco a esasparejas desesperadas y tiernas para darnos cuenta de que la prosa deDorothy Parker no ha muerto. Al contrario, su protesta es más actualque nunca, su sonrisa aún nos acompaña, su amor por Nueva York calahondo, y su ironía es el mejor de los regalos en una época de tantaperplejidad. De ahí el placer de poder publicar por primera vez encastellano la narrativa completa de una señora que supo vivir yescribir a la altura de su talento.Dorothy Parker escribió una vez que lo suyo era tomarse un Martini, dos como mucho. Después del tercero,ya estaba debajo de la mesa, y al cuarto... debajo de su anfitrión.