En esta breve novela, Toussaint subraya, en filigrana, lo absurdo denuestra condición con un humor impasible que ha hecho recordar alKafka de Informe para una academia, al Melville de Bartleby, a Keatony a Tati.Monsieur no quiere problemas ni le apetece contar lo quehace. Hace lo que puede y logra encontrar una solución a menudoelegante, incluso matemática, para las dificultades de la vidacotidiana ?parar un taxi, por ejemplo?. Aunque no sabe decir que no,lo que siempre provoca problemas.Un personaje sin identidadparticular, un hombre sin cualidades ni deseos, la mayor parte deltiempo Monsieur no hace sino estar sentado en una silla. En losmomentos más intensos, en el colmo de la excitación, sube con su silla al tejado para mirar el cielo, pero sin escrutarlo con excesivaatención, temiendo, sin duda, alterar el curso de las constelaciones.Espectador puro, Monsieur no hace sino esperar que se instale el reino del azar, que es el desorden, tal como enseña la física moderna, tanfrecuente y divertidamente evocada a lo largo del relato.