Mendel no hacía más que poner verdes a los monjes de su monasterio.Pero no de un verde cualquiera: íera un verde guisante! En su huertoya no cabía ni media lechuga... íSólo guisantes! Los pobres monjes los tenían que mojar en la leche del desayuno, comer, merendar y cenar.Así fue cómo, después de cultivarlos a toneladas, Mendel terminóganándose la confianza de los guisantes... y éstos le susurraron aloído uno de los secretos mejor guardados de la naturaleza.A partir de 9 años
Mendel no hacía más que poner verdes a los monjes de su monasterio.Pero no de un verde cualquiera: íera un verde guisante! En su huertoya no cabía ni media lechuga... íSólo guisantes! Los pobres monjes los tenían que mojar en la leche del desayuno, comer, merendar y cenar.
Así fue cómo, después de cultivarlos a toneladas, Mendel terminóganándose la confianza de los guisantes... y éstos le susurraron aloído uno de los secretos mejor guardados de la naturaleza.
A partir de 9 años