«Hace tiempo que estudio nuevos documentos confidenciales, escuchastelefónicas de la fiscalía italiana y de las fiscalías extranjeras ylos informes de comisiones internacionales. He conocido a sacerdotes y monseñores que me aseguran que, además de los delitos financieros,siguen cometiéndose otros tantos sexuales. [...] Que los abusos demenores no se han erradicado, sino que en los tres primeros años depontificado de Bergoglio han sido presentadas ante la Congregaciónpara la Doctrina de la Fe 1.200 denuncias de abusos ´verosímiles´ aniños y niñas de medio mundo. Al parecer, no solamente no se hacastigado a los encubridores, sino que muchos de ellos han sidoascendidos.»
Así comienza la nueva y explosiva investigación de EmilianoFittipaldi. De Australia a México, de España a Chile, de Como aSicilia, cada año hay centenares de denuncias de delitos ycomportamientos inaceptables por parte del clero. Entre quienes, conpalabras o con hechos, lo han ocultado hay cardenales ,como tresde los componentes del más algo grupo de poder en el Santa Sede,George Pell, Óscar Rodríguez Maradiaga y Francisco Errázuriz,,prelados importantes ,como Carlo Maria Viganò, Tarcisio Bertone o Timothy Dolan, y muchos obispos, con la ayuda de la guíavaticana y de la CEI, que aún hoy no preven una denuncia obligatoriaante los casos de violencia sexual de sus sacerdotes.
Hasta la fecha, nadie había juntado datos, casos concretos,declaraciones doctrinales e investigaciones judiciales para mostrar el desconcertante y turbador sistema de una Iglesia presa aún del pecado de lujuria y presta a tapar cada escándalo, a proteger al «lobby gay» del Vaticano, a evitar el compensar a las víctimas, y a perdonar yayudar a los verdugos.