Son pocos los libros que han mostrado la represión ejercida sobre lasmujeres republicanas. Ellas fueron víctimas de abusosinstitucionalizados y sistemáticos que tenían como objetivo demonizarel estereotipo de feminidad que había comenzado a extenderse durantela Segunda República -que permitía un cierto escape respecto a larigidez previa y, aun más, respecto a la que vino después.Mientras que ellos habían caído en el frente, habían sido ejecutados o huían ante la llegada de los sublevados, ellas permanecían en lospueblos, a cargo de sus familias, en miseria, y eran, muchas de lasveces, juzgadas en tribunales militares en los que se decidía quémujeres debían ser vejadas y marcadas por haber contribuido alderrumbe de la moral. Así se extendió el corte de pelo al rape y laingesta de aceite de ricino para provocarles diarreas y pasearlas porlas principales calles de las poblaciones «liberadas», acompañadas por bandas de música. No se trataba tanto de apartar o perseguir alenemigo, sino, más bien, de exhibir a una especie de «deformidad»generada en la República. Era algo más que un abuso ejercido sobre las mujeres, fue un ataque a un modelo de mujer libre e independiente.