Desde el momento en que supe que no podría hacer gran cosa parasalvar al mundo, empecé a pensar en instalarme por un tiempo, solo, en una cabaña. Compré una isba de troncos, lejos de todo, en la orilladel lago Baikal. Allí, durante seis meses, a cinco días de marcha delpueblo más cercano, perdido en una naturaleza desmesurada, traté deser feliz. Creo haberlo logrado. ¿Y si la libertad consistiera enadueñarse del tiempo? ¿Y si la felicidad fuera disponer de soledad, de espacio y de silencio -cosas de las que carecerán las generacionesfuturas?