La indeleble voz de Emily Dickinson, que no llegó a ser percibida por sus contemporáneos, y que cuando lo fue no pudieron, no supieron o no lograron advertirla en toda su imensión, en su precisa y temblorosabelleza, acusando de no saber dominar la música y los ritmos de suoficio a quien estaba creando en realidad no sólo su propia música ysus propios ritmos sino cimentando con ellos, enhebrando con ellos una obra ejemplar, una verdadera obra maestra.Raúl Gustavo Aguirre
La indeleble voz de Emily Dickinson, que no llegó a ser percibida por sus contemporáneos, y que cuando lo fue no pudieron, no supieron o no lograron advertirla en toda su imensión, en su precisa y temblorosabelleza, acusando de no saber dominar la música y los ritmos de suoficio a quien estaba creando en realidad no sólo su propia música ysus propios ritmos sino cimentando con ellos, enhebrando con ellos una obra ejemplar, una verdadera obra maestra.Raúl Gustavo Aguirre