David Kidd vivió durante cuatro años (desde 1946 a 1950) en la ciudadde Pekín, en 1949, cuando los comunistas acababan de llegar al poder,se casó con la hija de una aristocrática y acaudalada familia china, y pasaría el tiempo que le restaba en la ciudad instalado en la mansión familiar de su esposa. Allí se convertiría en testigo de ladesaparición de la China milenaria: la revolución iba a suprimirrápidamente las antiguas tradiciones y las viejas formas de vida.
Este libro contiene sus memorias de aquellos años: el retrato íntimode un mundo elegante y refinado, de viejas costumbres milenarias, unretrato memorable y conmovedor porque el mundo que en él se describeiba a ser implacablemente destruido.
"Siempre tuve la esperanza -nos dice Kidd- de que algún académicojoven y brillante se interesaría por nosotros y por nuestros amigoschinos antes de que fuera demasiado tarde, de que estuviéramos todosmuertos y las maravillas que habíamos contemplado quedaran sepultadasen el olvido. Pero este joven no ha aparecido y, por lo que sé, soy el único cronista con material de primera mano sobre esos añosextraordinarios que vieron el final de la vieja China y los comienzosde la nueva."
En este libro, Kidd consigue que todos esos sucesos extraordinariosvuelvan a la vida.