Frente a Lung, la joven protagonista de esta novela, los médicos, y no sólo ellos, se quedan perplejos: Lung nunca ha abandonado lacostumbre de meterse el dedo en la boca, contesta a las preguntasmostrando el esmalte de las uñas y relata lúcidamente, con ligereza,los hechos de su vida, pero la claridad es sólo aparente y resultafácil extraviarse entre sus palabras, por otra parte escasas, encuanto a los hechos, podrían darnos escalofríos si no nos distrajerael tono ágil, desconsiderado y preciso de la narradora.
El tío-padre Jochim, la madre Marween, las trágicas historias delpequeño cerillero y de la amiga Armance, el encuentro decisivo ylacónico con un gran filósofo, «un caso de entusiasmo» y el extrañocaso del profesor Walter, la mona albina, el enigmático y sabioNathan, Kong... En el conjunto pintoresco de los humanos, Lungparticipa de una especie aparte, mimetizada y poderosa, los neutrales. Sería presuntuoso explicar en dos palabras quiénes son. Su poder esreal y el libro lo demuestra en una serie de feroces acontecimientosque Lung no puede menos que desencadenar y constatar.
Lung surca sus historias sin detenerse jamás, en un estado de continua suspensión, de dudosa identidad, con un paso que nos parece ver porvez primera -de sonámbula o de vidente-, dejando tras de sí unaconstelación de emblemas aforísticos y la huella de una presenciaolvidada y fundamental de la literatura: la ironía romántica.