Todo empezó aquel fatídico día en que un niñato escuálido y tembloroso se atrevió a invocarme a mí, yo, el mismísimo Bartimeo, espírituprivilegiado donde los haya, genio para muchos, diablo para unospocos! A pesar del tartamudeo de su voz y del sudor que le empapaba,su orden no pudo ser más clara: tenía que robar el amuleto deSamarcanda a Simon Lovelace, uno de los hechiceros más poderosos ytemidos de Londres... ¿Quién era ese mocoso mequetrefe que se atrevíaa darme semejante orden? Y ¿por qué querría el Amuleto?