EL ÁLOE

EL ÁLOE

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IVA incluido
Importado Despacho 12 a 20 días hábiles
Editorial:
(185) BARATARIA
Año de edición:
Temática
Clasicos y antologias no poeticas
ISBN:
978-84-92979-32-5
Páginas:
112
Encuadernación:
Rústica
Idioma:
Castellano
Peso:
160
Dimensiones:
190x120
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El áloe, se sitúa en Nueva Zelanda y dramatiza las disyuntivas de lavida colonial a través de la narración de la mudanza de la familiaBurnell desde Wellington a un pueblo rural. Aunque la familia Burnellsólo se mueve a «seis millas» de la ciudad, el movimiento no esintrascendente, sino que provoca una ruptura con su anterior forma devida. Bajo el barniz armonioso de la vida de los Burnell se muevendébiles corrientes internas de agresividad y desgracia. El espectroinquietante de una misteriosa planta de áloe y un pato sacrificado ensu bien cuidado jardín sugieren que la familia oculta el origen de labrutalidad y la ignorancia hacia otra forma de vida que fue suprimiday negada, la de los maoríes, legítimos dueños de aquellas tierrascolonizadas. La novela describe una situación parcialmenteautobiográfica y el desasosiego de Mansfield por su pertenencia a lacasta de los invasores. Una de sus primeras amantes fue, de hecho, lamaorí Maata Mahupuku.Katherine Mansfield nace en 1888 en Wellington(Nueva Zelanda). A los dieciocho años emigra a Londres y estudia en el Queen’s College. En abril de 1917 Virginia Woolf le pide un textopara su editorial y presenta Preludio, versión reducida de El áloe. En 1918 se casa con el crítico literario John Middleton Murry. Suscuentos se caracterizan por un intenso estudio psicológico de lospersonajes. Entre sus escritos destacan En una pensión alemana (1911), Felicidad (1920) y Fiesta en el jardín (1922), considerada una de sus mejores obras. El nido de la paloma (1923), Algo infantil (1924) y El áloe (1930) fueron publicados póstumamente, como sus poemas, susdiarios y sus cartas. Murió en Fontainebleau en 1923.Nunca antes había visto algo así. Se enderezó y miró fijamente. Y entonces vio a sumadre que venía por el camino con un clavel rojo en la mano.-Madre, ¿qué es? -preguntó Kezia.Linda elevó la vista hacia la grasa hin­chazón de aquella planta dehojas crue­les y tallo carnoso e imponente. La sobrepasaba con muchocon su calmoso aspecto aéreo, y sin embargo se sujetaba con tantafuerza a la tierra que podría haber tenido garras en lugar de raíces.Las hojas curvas parecían ocultar algo y el gran tallo cortabaciegamente el aire como si no hubiera viento que lo pudiera derribar.-Eso es un áloe, Kezia -dijo Linda.-¿Alguna vez tiene flores?-Sí, hija mía -dijo su madre, y sonrió a Kezia con los ojosentornados–, una vez cada cien años.

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