Igual que la de Gógol, la escritura de Liudmila Petrushévskaia es pura proliferación. En palabras de sus críticos, y tal como ella mismarecordaba en una entrevista reciente: «En la época soviética meatacaban porque no explicaba quién era el culpable ni resolvía losconflictos, tampoco había ningún elemento didáctico». La autora dejahablar en esta novela a una poderosa voz femenina, una voz que segúndice le recuerda a la de su madre, y la deja hablar hasta que lo hadicho todo. Sea lo que sea eso.