Me llamo Albert. Comencé a sospechar que mis padres eran unosmonstruos mucho antes de conocer a Berta Vogler en Grasberg.Seguramente me engañé a mí mismo a lo largo de ese tiempo. Nadie en su sano juicio se habría alegrado de crecer junto a unos progenitoressanguinarios. Así que traté de obviar ciertos detalles de mi familiapara llevar una vida aparentemente normal. Mis colmillos, sin embargo, siempre me acomplejaron. Sin duda, el panoli de Erik Voglercontribuyó a cuestionar mi naturaleza y mis propios orígenes. Si nohubiera sido por él, quizá no habría descubierto los demonios que merodeaban o lo habría hecho más tarde. Cuando nos reencontramos, habían transcurrido algo más de dos añosà *** El cofre de cristal con losojos de la primera víctima apareció en la Plaza R"merberg a finales de enero. Alguien lo había depositado sobre los adoquines junto a lafuente de la Justicia. Dos globos oculares simbólicamente colocados alos pies de la escultura que representaba una figura femenina, armadacon una espada en una mano y una balanza en la otra. La justicia seerigía poderosa frente al ayuntamiento de Frankfurt.
Me llamo Albert. Comencé a sospechar que mis padres eran unosmonstruos mucho antes de conocer a Berta Vogler en Grasberg.Seguramente me engañé a mí mismo a lo largo de ese tiempo. Nadie en su sano juicio se habría alegrado de crecer junto a unos progenito